22 años, en contra de mi voluntad.
Ni dolores físicos, ni enfermedades a la vuelta de la esquina, ni preocupaciones mayores que me quiten el sueño. ¿Qué más se puede pedir? No tengo queja realmente, solo son esos gritos que lanzo al vacío constantemente cada vez que fantaseo con darle la vuelta a las agujas del reloj, o por lo menos en alargar las primaveras y los veranos, ahora que tengo un cuerpo que responde y un coco que quiere ver y nutrirse constantemente de lo que la experiencia vital le pueda brindar. Desde hace un par de años me pregunto activamente “cómo será eso de ser mayor” y de manera directa o indirecta voy recabando información sobre esta cuestión. Mi intuición de momento me dice que llegue tarde, como de costumbre, a todo esto de ser mayor. Sin complejo de Peter Pan, entiéndanme, pero quiero seguir jugando, y veo que incluso a mi alrededor, esa genuinidad, esa forma de acercarte a las cosas se va diluyendo. El foco cambia, la voluntad pierde valor, las expectativas ya están caducas y los deseos so...