MANIFIESTO: Por la preservación de la democracia: educación y cultura.

MANIFIESTO: Por la preservación de la democracia: educación y cultura.

Buenos días,

En este manifiesto no quiero más que expresarme como un joven ciudadano de diecinueve, casi veinte años, indignado por el desprecio hacía la educación y la cultura, cada vez más evidente por parte de la Administración Pública, y en general, por parte de la sociedad. Mi intención no es otra que la de hablar de tú a tú con personas que, como yo, necesitaron de otras terceras para no dejar atrás el fascinante mundo del conocimiento.

Para que quede muy claro, lo digo de antemano; no soy ningún faro, ningún listillo, ni ningún gurú que viene aquí a descubrir las Américas, simplemente pretendo defender, apoyar o ensalzar lo que siento que es importante que tengamos y apreciemos todos; un poco de educación y cultura para no ser tan marionetas.

La idea de hacer este pequeño escrito me vino el otro día mientras escuchaba una entrevista en la que se criticaba al sistema democrático por el desprecio constante que se hace a la educación y al conocimiento. En él se expresaba la importancia de la cultura en un sistema político que depende de todos nosotros, pero que supone una maravillosa responsabilidad que no estamos asumiendo, y que es precisamente la que nos permite ser libres como pueblo. Eso sí, empíricamente se puede palpar cada vez más la dificultad de que esto funcione, al menos, 5 sobre 10.

Y es que precisamente vivimos en un contexto donde sale a la palestra del debate público el hecho de aprobar cursos habiendo suspendido varias asignaturas, de que se supriman las recuperaciones, de aprendernos fechas en Historia, o de eliminar una de las pocas asignaturas que gira en torno al pensamiento crítico, y todo esto con los apellidos de “inclusivo, formativo e integral”. Se nos ríen. Me da igual que lo haga o diga Fulano Rojo o Mengano Azul, pero estos señores se nos ríen.

Primero, es importante tener en cuenta dos conceptos: 1 el título, y 2 el saber, el aprender, o como se le quiera llamar. El diploma y lo que hay detrás (o no) de él. No es lo mismo pasar cursos o sacar números cercanos a las dos cifras que haber aprendido algo durante tu paso por el centro, pero es que precisamente cada vez se tiende más a eso; a no aprender nada y obtener el título. ¿Quieren que tengamos títulos o quieren que aprendamos algo?

Hace no tanto, para la generación de nuestros abuelos, la educación más allá de la primaria o como mucho la secundaria, era cosa de pocos, y lo de las carreras ni te cuento. No ha sido hasta hace bien poco que esto de la educación se ha ido democratizando más y más con la generación de nuestros padres de por medio; llegando a todos los sectores, en mayor o menor medida, y siendo obligatoria por ley hasta los dieciséis años (la denominada Educación Secundaria Obligatoria cada vez más menospreciada).

Los nacidos a finales del siglo pasado o a principios de este, mi generación, somos los primeros herederos de toda esta suerte cargada de oportunidades. Suerte que no hemos conseguido valorar absolutamente nada. Nacemos con una carta de derechos muchísimo más amplia de la que nuestros mayores gozaban, un pantallote de 6 o 7 pulgadas, y de vez en cuando vacaciones a la playa o a la montaña. Y en nuestras acomodadas posiciones nos conformamos. Vivimos muy bien, oiga usted, pero no hemos sabido valorar todos estos privilegios que no pudieron gozar los que conocieron el crudo mundo del martillo y la azada, esos que, obligados por la situación, tuvieron que hacer currar a todas las bocas que componían la unidad familiar para que llegaran las habas. De hecho, esas pocas voces añejas, quizá carentes de Universidad y bibliografía, pero sí cargadas de sabiduría y experiencia en tiempos difíciles, cada vez interesan menos. Mejor escuchar al “influencer” de turno. Eso sí, el “yo tengo derecho a” “y yo opino que” nos lo hemos memorizado de pe a pa.

El tema es que hay una educación semi-obligatoria que no se está teniendo en cuenta, y aquí toca hacer una breve mención a la problemática que va a suponer el creciente e incesante auge de la tecnología: las vistosas pantallas, la nueva medicina con píldoras de felicidad inmediata, y la “maravillosísima” información que hay en Internet de la que todo el mundo habla, pero nunca nadie mira. Que tiene que hacer todo esto frente a pararse un rato a leer, o ver una película, o ir al teatro, o cualquier otra actividad que requiera un mínimo de atención y reflexión.

En mi caso, he tenido suerte de haber llegado tarde, pero haber llegado a coger este tren que, con la edad, se va desvaneciendo poco a poco. Quizá no tanto por mí, sino por el mérito y la valentía de tener cerca a personas como mi primo o mi hermano, a los que les dio por coger libros de casa y darse cuenta de que no eran tan aburridos.

Y entonces es cuando realmente empezó mi verdadera educación personal; cuando me atreví a coger esos libros, dejando atrás todas esas pseudo-creencias e ideas que pensaba de antemano (la ideología del ignorante tan sumamente actual) con la propuesta de escuchar sin necesidad de etiquetar de buenos o malos, a este u aquel. ¿Cómo vas a estar en disposición de pensar o aprender cuando ya sabes a dónde quieres llegar? ¿Qué te hace querer pensar de esa manera? Mi teoría: adaptación al medio y cambiando las letras de orden; en última instancia, es el miedo a pensar cosas que no son aceptadas por la masa y por esta nueva Policía del Pensamiento orwelliana.

Precisamente ese es el objetivo de la maravillosa educación de la que os hablo: deshacer todo aquello que te han querido contar y dudar de las certezas más certeras, de los profesores más lúcidos y de los libros más largos. De la educación que nos convierte en personas autónomas, libres e independientes.

Dejadme contaros, desde mi humilde punto de vista, por qué creo que no estamos cumpliendo con esta asignatura pendiente. Este año he tenido la suerte de trabajar en una librería, de envolver muchos libros y ver quién se los llevaba, y me sorprende lo poco o nada que leemos la mayoría de los jóvenes; y los libros que si se leen o se compran, o son gurús que nos venden manuales de instrucciones de la vida o del gremio.

Otro ejemplo de ello: el año pasado, haciendo un acto que está en peligro de extinción como es el de leerse los carteles de la Universidad, me enteré de que había un Aula de Cine en el que se ponían pelis, entre otros, de uno de los mejores cineastas de nuestro país, Luis García Berlanga. Fui durante varias sesiones a enterarme del asunto y acabé reservando ese ratito de los lunes para reírme y aprender mirando a una pantalla (sí, también se puede). Y entre peli y peli, me entero de que me pueden pagar por comprobar, proyectar y ver las pelis (como becario de cultura y comunicación por la Universidad). En las numerosas proyecciones a las que he asistido, tanto por gusto como por “obligación”, os puedo decir, hablando en cristiano para que todos nos entendamos, que no va ni Dios por debajo de los cincuenta. ¿Será porque no van de superhéroes o porque no salen en las tendencias del Netflix? Y estoy seguro de que, mientras escribo esto, ¡los libros de las llenas y majestuosas bibliotecas estarán únicamente cogiendo polvo y ocupando espacio! ¿Entendéis ahora por qué el saber no solo es aprenderse el sermonazo el día anterior para pasar al siguiente curso?

Menos dogmas, ideologías y radicalismos; más bibliotecas, cines y museos. Menos banderas, sombras y etiquetas; más libros, luces y entendimientoMenos “repost” en el Instagram e indignados por el Twitter, y más escuchar al abuelo o a los infinitos vídeos, o películas de calidad que puedes encontrar en Internet a golpe de dedo.

Y ahora dejadme que manifieste mi temor por el porvenir del conocimiento. Al abajo firmante del presente manifiesto le repudia el buenismo acrítico hacia el que nos dirigimos. La inquisición que se va formando donde el policía es el mismo que el juez, la capacidad que hay ahora para sacar de contexto las opiniones, la obsesión de etiquetar, de cancelar y, en fin, de no querer entender nada mínimamente; solo posicionarse rápido, compartirlo, y tomar armas lo más radicalmente posible en el asunto. Está bien opinar, pero antes es bien necesario tener herramientas para hacerlo.

En estos tiempos que corren, lo único que nos depara es una constante involución irreversible de las capacidades más elementales del Ser Humano, aquellas que usan el centro integrador y priman que el conocimiento fluya en la misma dirección que la gravedad y no a base de sentimentalismos baratos.

Por eso precisamente es tan importante esto de la educación y les gusta cambiarla tanto a los que llegan arriba, para asegurarse clientela en el futuro.

Dicho esto, me gustaría hacer una breve y especial mención a los verdaderos héroes de la democracia; los profesores, o mejor dicho, aquellos maestros que siguen luchando, que cada vez son menos, por todas las trabas que imponen los de arriba para que desistan y pongan cincos mordiéndose la lengua. Y con el aprobado en el boletín, todos contentos.

Qué poco se les escucha, qué poco. Qué fuerza hay que tener para levantarte cada día y luchar por sembrar unas semillitas que no siempre dan sus frutos. Mi pregunta es: ¿Por qué siempre el debate gira en torno a que todo el mundo pase de curso haciendo cada vez menos esfuerzo? ¿Por qué cada vez nos preocupamos por hacer más y más cursos, y no tanto por asegurarnos de que el neófito aprenda algo antes de que se haga mayor y que el camino hacia atrás sea prácticamente irreversible? Preparar un poco a la prole, empezar desde abajo, y así quizá los futuros políticos no nos robarían ni nos mentirían con tanta facilidad, que los actuales ya están bien enseñados. ¿No creéis?

En fin, con vistas ya al punto final, quiero mandar un agradecimiento especial a algunos de mis más queridos profesores, no para que me suban la nota, que para eso ya llego tarde, sino para felicitarles por su titánica labor con la que, a base de sangre, sudor, lágrimas y en ocasiones echarse mucho trabajo a la espalda, han conseguido que, más allá de aprender a restar o conjugar, haya despertado este nuevo ser actualizable y pensativo que huye de las ideologías y abraza a las bibliotecas: Gonzalo, Manuel, Begoña, Angelines, Jesús, Araceli, Amaya, Cisneros, Nieves, Olga y Xabieraas, siempre profundamente agradecido.

Y sin citar nombres ni apellidos, para no dejar a ninguno de ellos en el tintero, me gustaría remarcar la importancia de los profesores de la “otra educación” tan sumamente necesaria de la que os he hablado: músicos, artistas, cineastas, escritores; padres, madres, abuelos o amigos; nacionales o internacionales, guapos o feos, ricos o pobres; referentes que no necesitan ni estar vivos, ni estar físicamente conmigo, ni pensar como yo para darme clase.

Muchas gracias a todos por enseñarme y por darme armas para defenderme del payaso de la tele que necesita clientela para seguir viviendo de hablar mucho sin decir nada.

Y, para terminar, sed de izquierdas o de derechas, monárquicos o republicanos, católicos o protestantes, pero no faltéis a esa educación que dignifica nuestra condición humana; el “Tú haz carrera o lo que quieras, pero no seas tonto” que decía mi padre.

Ahora sí, a la guerra; atrévete a dejar el móvil un rato, a abrir los ojos y a quitarle la cera a los oídos. Prueba a interesarte por algo, a buscar a seres que han hablado de ese algo, y luego a otros que opinaban lo contrario, para seguir dudando y dudando… y joderles la marrana a los más marranos para que cuando hablen tengan que currárselo un poco más. Al menos un poco más.

Aunque en el fondo, esto se hace por uno mismo, para tener una experiencia vital más profunda, menos dependiente y más real.

Me despido con la tristeza del que sabe que nada va a cambiar, pero con la calma del que está obrando kantianamente bien.

Ahí van unos versos inspiradores de una canción de Sabina:


“Que las verdades no tengan complejos,

Que las mentiras parezcan mentiras,

Que el diccionario detenga las balas,

Que los que matan se mueran de miedo”


Daniel Pascual Borruel, estudiante de CCAFD en el Campus de Huesca (Unizar)

En Huesca, a 3 de abril de 2022


*Agradecimiento especial a Gonzalo Montón Muñoz por la revisión del texto.

Comentarios

  1. Comparto tus ideas e inquietudes . Instruirse no solo es más que conveniente, además es un camino que nos siembra diferentes intereses tan importantes a lo largo de la vida, que nos permite tener ideas propias , o dudas propias, pero que nos construye como seres humanos singulares y más completos.
    Que este artículo lo escriba un jóven es una luz de esperanza.
    !Enhorabuena, Daniel Pascual!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

A mí lo que me gusta es correr

Antes de que caiga en el olvido - A mi abuela

22 años, en contra de mi voluntad.