Radiografía de un día feliz.
Ocho horas de sueño del tirón. Me levanto. Estoy en casa, solo, y pongo música a todo trapo. La gestión del desayuno me la tomo con un trámite burocrático: “necesario”, pero ostia qué pereza, así que decido cambiar el huevo y las tostadas por la leche y las galletas, para acabar cuanto antes. Seguramente está sonando rumba y tengo la guitarra en la mano haciendo las mismas cosas de siempre: ritmitos, pentatónicas y las típicas canciones.
No sé qué hora es, no me suele importar. Estos días me siento con la riqueza del que cuenta con tiempo a su disposición y me muevo por sensaciones corporales: ¿hambre? Preparar comida o pensar dónde comer. ¿Sueño? Dormir un ratito y luego se va viendo.Vale, me he puesto a bailar. Nadie mira, nadie opina y hago cosas un tanto curiosas. Me la estoy gozando mucho. Si fuera famoso y me pillará un paparachi in situ igual saldría en algún periódico que no me dejaría bien parado. Pero ni soy famoso, ni me importa una mierda que me vea el vecino bailando en calzones desde la ventana. Como me decía mi tío cuando era pequeño y me cambiaba en medio de la playa: "para guarro el que mira".
Sigo sin saber la hora, soy todo lo contrario a Gurb en su diario. Me pongo a leer un rato. Llevo ya hora y media. Me desconcentro viendo el radiante sol que entra por la ventana. Debe ser la hora de la siesta, pero yo salgo a correr. Los relojes de la farmacia marcan 24,5ºC, y después de 10 kilómetros me tumbo bajo la sombra de un árbol disfrutando del airecillo y de esa sensación tan característica del post running. Me levanto y tiro pa’ casa…
Estoy sentado en la taza del váter haciendo lo que se suele hacer en dicho lugar, abro el móvil y joder, las cinco de la tarde y sin comer. Me espabilo y me ducho mientras pienso con qué llenarme la barriga, 3..2..1 pasta!!! En verdad podría haberlo dicho ya en el tres. Con la tripa llena uno piensa más y mejor, pero como no me apetece pensar y estoy cansado que flipas, pues me echo un ratito.
20:00: Me despierto super relajado. “Qué gustera” me comunica el sistema nervioso central. Han pasado quince minutos y sigo en el sofá. Me levanto, tomo consciencia del asunto y ahora sí que no sé qué hacer. Se filtran unos pensamientos existencialistas de esos que no me gustan y necesito distraerme para no darle más vueltas. Cojo la guitarra mientras pienso qué hacer…
Quizá he dado un paseo con Pepe o he llamado a mi primo para tener una extensa e intensa conversación… Igual he salido de fiesta o me he quedado leyendo en casa y cenando en el Frutolandia.
Como pasa con los huesos en una radiografía, podría tirar de memoria y describir con pelos y señales un día que calificaría como “feliz”, pero muchas veces no es el hecho de lo que se hace sino la actitud con la que se afronta el porvenir. Un día ordinario puede ser "feliz" y un día “especial” un auténtico despropósito. Los días que vas en traje a veces acaban mal y los que no te duchas pueden molar que flipas. No merece la pena darse mucho mal, no existen fórmulas secretas.
Además, ¿qué es y de qué depende la felicidad?
Me voy a la cama con un día más en el haber, y eso es todo. Qué suerte la mía.
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